domingo, 6 de septiembre de 2015

Y este diario, este cuaderno de bitácora, va dándose cuenta, por ausencia de páginas escritas, que se está quedando obsoleto, y quizá sea fiel reflejo de su dueño, que lucha por no hacerlo, y es que en la vanguardia de la batalla es dónde primero somos heridos, y al estar heridos algo de nosotros perdemos, quizá sea fragancia, quizá sea alma, quizá sea espíritu, llámalo vida, pero algo no terminamos de encontrar. Algo itinerante, ese algo, la ilusión, dando vueltas al torno para moldear nuestra manera de ser, de ser personas... si no terminas de encontrarla, o hace mucho que no la ves, rebusca por cualquier rincón, que acaba apareciendo...

domingo, 16 de agosto de 2015

FRAGANCIA

Echo mucho de menos tu estampa, y tu sabor añejo, y tu torería, y tu magia... echo de menos ese olor que embriaga, ese aroma de La Puebla del Río. Espero que el pequeño frasco venga a buen recaudo de las manchegas musas mañana, y lo destapes para derramar la esencia, que muchos dicen no haber visto nunca.

Anhelo de tu fragancia torera, que me eleva en cuerpo y alma a una ansiada y necesitada evasión de mente, que con tu embrujo vuela a paraísos insospechados. Voy llamando a Stendhal, que mañana quiero tener su síndrome.

P.D.: La Puebla, siempre La Puebla y Morante... diferente.


miércoles, 18 de febrero de 2015

AMARGURA: EN TU TRASERA


No quiero que llegues, quiero escucharte llegar. Frase que los últimos románticos de todos los ámbitos pronunciamos, cuando el corazón palpita disparatado, y disparata los sentidos para vivir el disparate que llevamos un año soñando vivir.

Hace un año hice el traslado más cruel que nunca había hecho contigo. Aquel 18 de Febrero no sabía que jamás volvería a escuchar el racheo de tus babuchas del Atleti por el pasillo de casa. Te recogí en la puerta de casa en el antiguo Octavia, que tantas alegrías y buenos viajes nos había dado, y nos fuimos allende Ciudad Real, donde casi pierde el nombre la "muy noble y muy leal".

Nunca volverías a caminar, porque el firme venía demasiado bueno, todo era liso, y tú querías pisar adoquines de tierras hispalenses. Y lo querías hacer debajo de Ella, como ya lo soñaste hace años, como ya tenías hablado con tu amigo Alejandro antes de que nadie lo hiciera, antes de que Sevilla no fuera una moda, ni la liga de los campeones. Lo querías desde siempre, pero sobre todo cuando Sevilla y sus cofradías (y sus formas) eran un sueño para unos pocos locos. En el tiempo en que la igualá llegaba y no llegaba, en ese tiempo que latía más intenso que nunca, se te partió el corazón separando los sentidos de la mente.

Nunca pudiste vivir una sensación que, a buen seguro, hubiera provocado ese síndrome de Stendhal del que siempre te hablé y, que vivimos los dos juntos, aquel 6 de junio de 2007 desde dos asientos en la piedra del tendido bajo del 8 en Las Ventas. Ahí sí, lo disfrutamos los dos, juntos. Tu querías haberlo vivido antes, y en otro ámbito, en primera persona, para poder después contármelo. Al final acabé contándote yo a tí lo que describía Stendhal, punto por punto, y que viví al comprobar desde 2008 lo que era ser costalero de Sevilla. Te notaba un poco más tranquilo desde que hicimos NUESTRO sueño realidad, como si al contártelo, hubieras mitigado un poco esas ansias de pasear a Dios y su Bendita Madre por la ciudad más bonita del mundo.

El destino ha querido que tu camino al calvario, coincida con la cuenta atrás para la que, año tras año, hacíamos nuestra particular cuenta atrás para que llegase esta cuenta atrás (ya sabes, pequeñas metas dan grandes victorias). El año pasado no la viví, renuncié a ella por ser tu cirineo, y doña Cuaresma está preguntándose qué donde estamos. Estos días la veré, hablaré con ella, le diré que hemos perdido efectivos pero que sigues paladeándola, porque sigues conmigo. Estos días volveré a vivirla, como tú me enseñaste a hacerlo. Y mi pequeña meta, como ya hice el año pasado, será ver la trasera del palio de tu Amargura, a los sones de Font de Anta, después de haberle dado las gracias por tanto. Y sé que tú estarás debajo, y me sentirás cerca, como nos sentimos aquel Miércoles Santo de 2006 en el que compartimos palo debajo de nuestra Madre del Consuelo.

Amargura: en tu trasera.