lunes, 1 de diciembre de 2008

CAPATAZ TORERO

Seguramente él no leerá esto, tampoco escribo estas líneas con la intención de que lo haga. La tarde del sábado fue de las más felices del año, e incluso aventuraría a decir que de mi vida.

El motivo que me animaba a ir a esa comida era compartir un rato con mi buen amigo Luis Morón que, por motivos febriles-gastrointestinales, no pudo consumarse. Pero él no tuvo reparo en animarme a ir con Gonzalo, su compadre, el cuál me presentó hace poquito tiempo. Uno, tenía más vergüenza que miedo en esos instantes, pero se apretó los machos y echó a andar.

El bar en el que estaban citados es un bar en el que suele parar esta saga de capataces y su gente, el Taquilla, frente por frente -que diría un sevillano- de su cofradía del Baratillo, pero un poco más tirando al río. La fue bastante cariñosa, Gonzalo hizo de cicerone -sin premio por favor-, presentandome a gente tan buena como Kachi, Pedro, David Saavedra, Joaquín Espinosa etc... También me encontré de nuevo con gente que ya conocía, aunque no tuviera con ellos una relación muy fuerte, gente como Joaquín Rosa ó Mofletes. También hubo de presentarme a los que capitaneaban aquel barco, la generación de capataces conocida como "Los Palacios", conformada de nieto a abuelo por Rafael Díaz Algaba (Falito), Rafael Díaz Talaverón (Fali), Rafael Díaz Palacios. Cuando llegó el momento de presentarme al abuelo, Gonzalo me espetó: "a Don Rafael no se le da la mano, se le dan dos besos y se le llama de Don", y es verdad, y más que ganado lo tiene.

Disfruté mucho hablando con Don Rafaé -como lo diría un sevillano-, compartiendo con él los sentimientos que produjo en mi progenitor -que es él que me ha metido este veneno por las venas- cuando le dedicó la levantá a las monjitas de Santa Ángela de La Cruz con el palio de Gracia y Amparo de la Hermandad de los Javieres. Le llenó de orgullo aquello que le conté, y por la cara que puso también dichoso de poder hacerlo. Él luego me contaba como una periodista de la prensa escrita quiso plasmar sus palabras, respondiéndole Don Rafael con un: "yo no me acuerdo de lo que dije mi arma", lo que quiere decir que fue sentido y habló el corazón, porque el corazón habla cuando no caben palabras.

Ya en La Dársena -un bar cercano a la casa Hermandad de San Gonzalo-, vino lo que para mí sería otro de los puntos álgidos del sábado tarde. Don Rafael hablando con Kachi y con Gonzalo contó una anécdota que me llegó bastante, y que es una realidad mu grande. Hablaba de un costalero que le decía que él iba a morir con su capataz (Don Rafael), a lo cuál contestó así: "si es así tu no vengas este Martes Santo, porque tú aquí no vienes a morir, tú vienes a disfrutar".

Eso es pegar una verónica con el mentón hundido. No sólo por sacar un palio de una hermandad relacionada con el mundo del toro desde hace muchos años es un capataz torero. Para ser torero hay veces que no hace falta toro, y él sin el toro que son los martillos que toca en la semana mayor, me dejó ensimismado, así que no me quiero imaginar en la cara del toro, no me lo quiero imaginar porque ya lo he vivído, y eso es inenarrable. Eso es tener pellizco, eso es tener don de mando y saber llegar a la gente. Por todo eso y por más Don Rafael Díaz Palacios ha sido, es y siempre será un Capataz Torero, (y para mí, el Morante de los martillos).

1 comentario:

sentimientos y locuras dijo...

Me dan envidia tus vivencias. Me alegro que disfrutaras y compartieras conversaciones con Gente a la que admiras.