Según la R.A.E. Orgullo es arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas. Depende de las circunstancias, el orgullo puede ser bueno o malo, pero nunca se queda en el término medio. Es por esto que el orgullo siempre tiene vencedores y vencidos. Cuando caes en el lado del vencedor puedes sentirte exultante, lleno de gozo; pero cuando, por el contrario, lo haces en el lado del vencido la envidia puede llegar a apoderarse de tu persona y no dejarte ver más allá del odio hacia el vencedor, sin parar a analizar las causas de este, tan sólo guiándote por la herida abierta en tu orgullo.
Ser orgulloso, para el bloguero, no es nada bueno, sino todo lo contrario. El orgullo no trae más que enfrentamientos inútiles, sin sentido, de bajeza inoportuna, burlas, mofas, hacer más fuerte a uno, y creer hacer más debil al enemigo. Hablar de orgullo, es hablar de prejuicios, y ya se sabe que estos, no son más que disfraces a unas personas sobre las que no hay que generalizar. Se da la circunstancia que el orgullo, en muchas ocasiones, se malutiliza, sacándose frente a la familia, en vez de a los enemigos, llegando a confundirse familia con enemigos, y viceversa. La falta de bemóles tiene mucho que ver en esto.
La altanería de un orgulloso es sólo comparable a la de un pavo real, rey del corral. Minar y jactarse de un bien propio o de un mal ajeno es una actitud deleznable. Hay que mirar al espejo, pararse a pensar, y no hacer al prójimo lo que no quieres que te hagan a ti. En otras palabras, la clase se demuestra andando, y parar en mitad del camino a pavonearse no es buen síntoma. Al final el humilde se jacta del orgulloso, dándole la vuelta a lo que parecía al principio, porque no hay mayor desprecio que no hacer aprecio.
La soberbia, vanidad, altivez, autosuficiencia, importancia desmesurada, infatuación pasaron de moda. Al menos para los que seguimos la moda de la honradez y sencillez. No hay que confundir con quién se habla, por eso ha de hacerse cara a cara. No hay que tratar al enemigo como un familiar, ni al amigo como un indeseable. No hay que perder de vista quién tenemos en frente, una persona que quiere lo mejor para nosotros, o que nos desea el mal.
Hay que sosegarse y meditar, y no tirar con pólvora de rey, y menos cuando se trata de amigos. Párate, medita, piensa, paladea y disfruta. La humildad trae mejores cosas que el orgullo.
"El débil se venga, el fuerte perdona, pero tan sólo el inteligente ignora."
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