...Y él, se levantó de la silla de enea, cogió a su flamenca del codo, y la música comenzó a sonar por sevillanas. Sorprendida ella de la naturalidad con la que la sacó a bailar, se quedó asombrada, y sin saber como volar los lunares, comenzaron sus pies al compás a sentir una pasión... Se fue hacia él, y comenzó a alzar las manos y girar sobre si misma, interpretando con gran acierto ese cortejo pasional que es el baile por sevillanas. Manchego él, madrileña ella, y sin ponerle una falta a aquello. Cuando se escucha al corazón, cuando se le echa sentimiento, y cuando se tiene pasión, pocas cosas pueden salir mal.
Y ahora el compás de sus almas añoran aquel momento, y desean repetirlo todas las noches, aunque sea un sueño, para ellos ceñirse por el talle es su mayor anhelo.
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