miércoles, 20 de febrero de 2013

SUPERAR UN UMBRAL

Dije que lo escribiría, pero no lo hice. Prometí que lo contaría, pero no llegué a hacerlo. Proclamé a los cuatro vientos una gran verdad, pero estaba incompleta. Hoy todo es más todo y a la nada le sobran las palabras. Estaba esperando este día para hacerlo. Quería que hubiera prueba que lo refrendara, quería que nadie me callara, quería llenarme la boca para decirte: ¡ENHORABUENA!

No hay mayor satisfacción que la que da conseguir lo autoexigido. No hay mayor, ni mejor, premio que el concedido, extraordinario de fin de carrera. Primera de una buena promoción. Satisfacción merecida, umbral más que alcanzado, superado.

Sigue así, querida, con el ímpetu arroyador de los sabios de corazón, de los limpios de espíritu y de los inteligentes de alma, disfrutando cada segundo de la autoexigencia innata en ti que te ha hecho llegar hasta aquí. Y aquí estás, llegando a conseguir la meta que te propusiste y hacia la que avanzas con paso firme y decidido, y ya vas para 23 años.

Espero seguir agarrando tu mano durante todo el tiempo que pueda, para así impregnarme de todas las virtudes que desprendes, que no son pocas, porque los defectos (¿tienes?) se escapan por la otra mano. Gracias por permitirme compartir estos 15 meses contigo. Gracias por alumbrarme con tu espíritu de sacrificio, y enseñarme lo mejor de ti, por compartir tu inteligencia conmigo, pero sobre todo gracias por quererme así.

Siempre tuyo. No me olvido de que cada día es un poco más que ayer, pero menos que mañana.

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