Julio es azul, por el azul de sus cielos que reflejan sus mares en calma al fundirse en una línea, la que llamamos horizonte. Un horizonte que no tiene final, ni tiene medida. La medida se la damos nosotros, cuanto más lejos queramos mirar, más lejos estará el horizonte. El mío, mi horizonte en Julio, siempre suele estar muy lejos. Los tonos de su azul cambian mucho. Desde el azul del cielo sanluqueño, hasta posiblemente el azul anaranjado del atardecer en la tacita de plata. Más tarde podré contemplar el azul de un Danubio pasando bajo el Puente de las Cadenas en Budapest, y el predominante azul de la bandera de la República Checa adornando las fachadas de los edificios de Praga. Pero, todo eso será después de terminar estos dos últimos y agónicos exámenes que me quedan... Un día más, y a la vez, un día menos.
Fotografía: María de Moya
Fotografía: María de Moya
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