sábado, 12 de febrero de 2011

LA HISTORIA DE MANUEL Y CARMELA

Hoy, como siempre, el agónico pitido del despertador hizo que abriera los ojos a las 7,45 AM. Después de los dos intentos fallidos, a la media hora entraba a tientas en la ducha. ¡Qué bien sienta el agua caliente por la mañana! Me puse mi blusa favorita, y la falda que me regaló Manuel por mi cumpleaños, tenía que estar guapa, después del trabajo, había quedado con él, en el Orsini, nuestro restaurante preferido. Al salir del baño le pagué a Wendolyn las dos horas que iba a trabajar hoy, y me fui con prisa y sin pausa alguna hacia la oficina, otra vez la hora pegadita al trasero.

La mañana pasó despacio, sin ningún contratiempo. Juan, el de recursos humanos, nos contó a la hora del café, como había ido su primera semana como padre, a todas se nos caía la baba escuchándolo, como a él cada vez que pronunciaba el nombre de su hija, Carlota. Comentó lo mucho que le había gustado a su madre y a su mujer, el jerseycito que le hizo mamá a Carlota, y que le
regalé ayer.

Llegaron, por fin, las ansiadas catorce horas, salí taconeando por bulerías tras dejar las puertas abatibles ventilando la recepción, como en los dibujos animados. Me invadían unas ganas inmensas de ver a Manuel. Como se notaba que era viernes, el agradecido sol de febrero calentaba a la gente que, departía amistosamente entre risas y cruzcampos en la plaza del Salvador. Subí cuesta del Rosario arriba y, allí me esperaba Manuel con una sonrisa que iluminaba más que el sol. Cada vez más rápido subí, hasta que llegué a sus brazos, que me rodearon llenos de alegría. Nos fundimos en un beso interminable, llevábamos cinco días sin vernos. Para cuando el traslado de Manuel, ¡ay!.

Comimos, lo de siempre, la camarera ya nos lo adelantó: dos sevenás, una tapa de lassagna de carne, una pizza mangante, y una tonno e funghi, y nuestro postre para dos, la tormenta de chocolate. La comida pasó entre miradas y caricias, creo, con esto, que estamos más enamorados que el primer día. Una vez pagó Manuel la cuenta, como siempre, ya me he dado por vencida, siempre me espeta: “ahora invitas tú a los cafés”.

Y así fue, caminando lentamente, abrazados los dos, chaquetas al hombro, avanzamos hacia el Café Louvre, y allí saqué la lista de invitados a la boda, sólo quedaba perfilar la disposición de las mesas. En dos sorbitos de capuchinos lo dejamos liquidado.

Después fuimos a Sevillamía Eventos, a entregar el segundo pago del reportaje, señal inequívoca de que tan sólo quedan tres semanas para unir definitivamente, y ante Dios, nuestras vidas.

Tras esto, habíamos quedado con el transportista, allí mismo, en la Puerta Osario, para guiarle hasta nuestro piso en la calle Gerona. Y hasta allí llevó los últimos muebles que faltaban, la mesa y las sillas para el comedor, y que, Antonio, el tío de Manuel nos envió desde Ciudad Real como regalo de boda. ¡Qué bonitos son! ¡Qué bien le van a nuestro salón!

Después de desembalarlos y situarlos correctamente, pusimos una película, “Amor y Otras Drogas”, para estrenar la televisión, el Blu-Ray y el Home Cinema. Nos encantó la película, y después de verla, emulamos a los protagonistas a nuestra forma y manera de sentirnos.

Manuel se puso el mandil, y con el arte que le caracteriza, y la gracia que le pone al acento italiani, se puso a hacer una pizza para dos, de esas que tan ricas le salen. Lo sé, hemos comido y cenado pizza pero, nos vuelve locos y, a las de Manuel no hay quien se resista, y más cuando, mientras que la está haciendo me mira con su carita de niño bueno y me cuenta como le ha ido la semana. Fue, esta vez, una carbonara impresionante, para chuparse los dedos. Así acabamos, relamiéndonos. Estamos los dos cansados, el día ha sido una paliza.

Después de quedarnos dormidos en el sofá, me encuentro en la cama terminando esta hoja de diario que cuenta como transcurrió en mi vida el once de febrero de 2011. Bonito día, por cierto. Cada día estoy más segura de lo que haré dentro de tres semanas con Manuel. Ahora ya, cierro ojitos, mañana será otro día y, con que sea la mitad de bueno que este, me conformo. Buenas noches.

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