"...cuando el Carey vuelva a reflejar tus ojos como ya lo hiciera antes, entonces tu sonrisa llegará hasta mi jurisdicción”
Las relaciones entre personas ya sean amorosas, atemporales e intemporales, esporádicas, constantes, pasionales -ó como queramos llamarlas-, refiriéndonos a que éstas tienen un factor común, que es el amor ó afecto especial entre dos personas, tocan su fin por diversas causas ó condicionantes, ya sean premeditados o no, los que los modernos nostálgicos-romanticones se encargan de mencionar con una expresión muy propia de estos: “se les apagó la llama”.
Una causa puede ser el encuentro entre dos caracteres fuertes que conllevaría discusiones constantes durante todo el año, mes, semana ó día –según la fortaleza de las personalidades-. Otra, pudiera ser el no llegar a perdonar una infidelidad, ó el arrepentimiento desmesurado de la parte infiel que le lleve a la evasión con la persona cómplice de tal acto. Algún condicionante más que se me ocurre es la disminución paulatina de ese sentimiento tan subjetivo que es el amor por cualquiera de las dos partes que acaba llevando a una persona a dar por finalizada la relación que mantenía con la otra, y que provoca un dolor, no físico, sino espiritual, algo que podríamos llamar dolor de alma, y además de esto una profunda confusión que destina tus pensamientos a un interrogatorio constante a ti mismo intentando buscar respuesta a la razón de esa ruptura.
No se me ocurren más causas, pero lo que si veo que de las que he citado tienen un final un tanto trágico para alguna de las dos partes, ó para las dos. Por desgracia a mí me ha tocado vivir varias de las citadas (la de la infidelidad no, al menos que mi cabeza sepa). Recientemente acabé (¿o acabamos?) una relación con cierta persona especial.
Yo creí que todas las formas de terminar una relación iban a ser dolorosas, no obstante, uno no se acuesta sin aprender o descubrir algo nuevo. Y esa conversación desembocó en algo normal, en una ruptura con sus gargantas entrecortadas, con sus lágrimas resbalando por mejillas…, pero esta vez, ¿existió el dolor? A mí, ese tal dolor, no me pasó factura, o con las propinas que le he ido pagando de anteriores veces se ha surtido para sufragar los gastos de esta nueva. Esta vez el agua que emanaba mi cuerpo a través de los lacrimales era dulce, nada amarga, no tenía motivos para serlo, porque no estaba acabando una relación, estaba empezando una nueva relación que lleva una palabra por bandera, una palabra con sus siete letras en mayúsculas bien grandes, con su acepción bien consabida y con la inmensidad de la tranquilidad que proporciona al alma pronunciarla: AMISTAD. La relación anterior que mantuvimos acabó "decrecendo", como gusta a los músicos y melómanos decir, y esta nueva tan bonita vino de repente, como una insolación, sin llamar a la puerta, (porque entre amigos no hace falta llamar a la puerta, porque las dos están abiertas) haciendo olvidar los momentos malos de la anterior, y estableciendo unos, todavía más, férreos núcleos de unión entre dos personas que, ahora más todavía que antes, se ayudarán el uno al otro a sortear las piedras que se encuentren en el camino para llegar a su tan ansiada meta.
Y ahora me permito citar a ese gran profesional que es Carlos Herrera, cito su pregón de la Semana Santa Sevillana de 2001: “Si tres veces caíste, coge sus brazos Sevilla y levántalo otras tres”. Ya sé que compararme con Sevilla es un gran honor (me conformo con que se me considere parte integrante-amante de ella), pero espero poder ser tu Sevilla para levantarte, y llevarte de la mano sorteando las piedras para que no vuelvas a caer, porque las heridas que aparecieron a raíz de las caídas las cicatriza el tiempo, y tienes que ser tú la que tiene que dejar que pase el tiempo para sanar esas llagas, mientras tanto espero que te apoyes en mí para amenizarte el tiempo que sea necesario.
"...la Esperanza no se pierde ni cuando deja de reflejarse en el Guadalquivir abandonando el barrio, que sientes tan tuyo, tras la Cruz de Carey."
Las relaciones entre personas ya sean amorosas, atemporales e intemporales, esporádicas, constantes, pasionales -ó como queramos llamarlas-, refiriéndonos a que éstas tienen un factor común, que es el amor ó afecto especial entre dos personas, tocan su fin por diversas causas ó condicionantes, ya sean premeditados o no, los que los modernos nostálgicos-romanticones se encargan de mencionar con una expresión muy propia de estos: “se les apagó la llama”.
Una causa puede ser el encuentro entre dos caracteres fuertes que conllevaría discusiones constantes durante todo el año, mes, semana ó día –según la fortaleza de las personalidades-. Otra, pudiera ser el no llegar a perdonar una infidelidad, ó el arrepentimiento desmesurado de la parte infiel que le lleve a la evasión con la persona cómplice de tal acto. Algún condicionante más que se me ocurre es la disminución paulatina de ese sentimiento tan subjetivo que es el amor por cualquiera de las dos partes que acaba llevando a una persona a dar por finalizada la relación que mantenía con la otra, y que provoca un dolor, no físico, sino espiritual, algo que podríamos llamar dolor de alma, y además de esto una profunda confusión que destina tus pensamientos a un interrogatorio constante a ti mismo intentando buscar respuesta a la razón de esa ruptura.
No se me ocurren más causas, pero lo que si veo que de las que he citado tienen un final un tanto trágico para alguna de las dos partes, ó para las dos. Por desgracia a mí me ha tocado vivir varias de las citadas (la de la infidelidad no, al menos que mi cabeza sepa). Recientemente acabé (¿o acabamos?) una relación con cierta persona especial.
Yo creí que todas las formas de terminar una relación iban a ser dolorosas, no obstante, uno no se acuesta sin aprender o descubrir algo nuevo. Y esa conversación desembocó en algo normal, en una ruptura con sus gargantas entrecortadas, con sus lágrimas resbalando por mejillas…, pero esta vez, ¿existió el dolor? A mí, ese tal dolor, no me pasó factura, o con las propinas que le he ido pagando de anteriores veces se ha surtido para sufragar los gastos de esta nueva. Esta vez el agua que emanaba mi cuerpo a través de los lacrimales era dulce, nada amarga, no tenía motivos para serlo, porque no estaba acabando una relación, estaba empezando una nueva relación que lleva una palabra por bandera, una palabra con sus siete letras en mayúsculas bien grandes, con su acepción bien consabida y con la inmensidad de la tranquilidad que proporciona al alma pronunciarla: AMISTAD. La relación anterior que mantuvimos acabó "decrecendo", como gusta a los músicos y melómanos decir, y esta nueva tan bonita vino de repente, como una insolación, sin llamar a la puerta, (porque entre amigos no hace falta llamar a la puerta, porque las dos están abiertas) haciendo olvidar los momentos malos de la anterior, y estableciendo unos, todavía más, férreos núcleos de unión entre dos personas que, ahora más todavía que antes, se ayudarán el uno al otro a sortear las piedras que se encuentren en el camino para llegar a su tan ansiada meta.
Y ahora me permito citar a ese gran profesional que es Carlos Herrera, cito su pregón de la Semana Santa Sevillana de 2001: “Si tres veces caíste, coge sus brazos Sevilla y levántalo otras tres”. Ya sé que compararme con Sevilla es un gran honor (me conformo con que se me considere parte integrante-amante de ella), pero espero poder ser tu Sevilla para levantarte, y llevarte de la mano sorteando las piedras para que no vuelvas a caer, porque las heridas que aparecieron a raíz de las caídas las cicatriza el tiempo, y tienes que ser tú la que tiene que dejar que pase el tiempo para sanar esas llagas, mientras tanto espero que te apoyes en mí para amenizarte el tiempo que sea necesario.
"...la Esperanza no se pierde ni cuando deja de reflejarse en el Guadalquivir abandonando el barrio, que sientes tan tuyo, tras la Cruz de Carey."
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