La vida da muchas vueltas, pero sabe medir la cantidad para no dar tantas para que sigas siendo consciente, para que no te marees. ¡Cuánta gente!... y ¡qué soledad! Puede ser similar a lo que siente un torero delante de un toro. Yo no lo he sentido, pero debe ser parecido. Mucha gente. Muchedumbre que no aporta nada, que no marca hitos. Que es como si estuviera escrito lo que fuera pasar. Y tú, sólo. Tan solo la franela es tu compañera, y la vida tu enemigo circunstancial. El toro que lidiar estos días. La citas de frente, dando el pecho, porque ya se sabe "se torea como se es", no se puede de otra forma. Intentas esquivar las fuertes y repetitivas acometidas. La templas y comienzas a torearla, a embeberla en la muleta, y ahora es cuando hay que "ponerse bonito". La estética para los que puedan, y tan solo para degustarla, no para practicarla. No puedo ponerme bonito, porque ahora no lo siento así.
¡Cuánta gente!... y ¡qué soledad! Trabajo, estudios, reportajes, ¿ocio?... abandono. ¿Ilusión?... decepción. Mis pocos pelos sortean el viento de estos días, pero golpea en mi cara, tratando de llamar mi atención. Trata de advertirme con un "¿no te das cuenta?". Intento descifrarlo. No puedo, no tengo tiempo. Ya me pararé a pensarlo -me intento convencer-.
Y los sábados, cuando llego a casa, sin ver el momento de hacerlo, con el cuerpo casi inerte tras una tarde de vítores, sonrisas y alegrías. Los sábados -que son ya domingo-, cuando me desnudo, suelto arroz por los cuatro costaos. Parece el presagio de lo que sueño y nunca llegaré a conseguir. Ahora sí, lo descifró, parece ser eso, la vida también pega cornás. Unas duelen más que otras, pero todas tardan en cicatrizar, con lo cuál, todas te dejan marcado por igual.
Y eso es lo que hace que me sienta torero, y eche la pata p'alante y cargue la suerte, como diciendo "aquí hay torero para rato". Esputándole a la vida en un cite más valiente que nunca que siga acometiendo embestidas, que ahora estoy preparado para burlarlas con belleza, con mi concepto de belleza. A quién no le guste que me pegué una bronca que me haga sentir más castizo, y a quién le guste que me aplauda y se venga conmigo, porque le prometo días de gloria.
¡Cuánta gente!... y ¡qué soledad! Trabajo, estudios, reportajes, ¿ocio?... abandono. ¿Ilusión?... decepción. Mis pocos pelos sortean el viento de estos días, pero golpea en mi cara, tratando de llamar mi atención. Trata de advertirme con un "¿no te das cuenta?". Intento descifrarlo. No puedo, no tengo tiempo. Ya me pararé a pensarlo -me intento convencer-.
Y los sábados, cuando llego a casa, sin ver el momento de hacerlo, con el cuerpo casi inerte tras una tarde de vítores, sonrisas y alegrías. Los sábados -que son ya domingo-, cuando me desnudo, suelto arroz por los cuatro costaos. Parece el presagio de lo que sueño y nunca llegaré a conseguir. Ahora sí, lo descifró, parece ser eso, la vida también pega cornás. Unas duelen más que otras, pero todas tardan en cicatrizar, con lo cuál, todas te dejan marcado por igual.
Y eso es lo que hace que me sienta torero, y eche la pata p'alante y cargue la suerte, como diciendo "aquí hay torero para rato". Esputándole a la vida en un cite más valiente que nunca que siga acometiendo embestidas, que ahora estoy preparado para burlarlas con belleza, con mi concepto de belleza. A quién no le guste que me pegué una bronca que me haga sentir más castizo, y a quién le guste que me aplauda y se venga conmigo, porque le prometo días de gloria.
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