jueves, 4 de septiembre de 2008

M-A-E-S-T-R-O DE MAESTROS

Pocas son las veces que Enrique Ponce ha actuado en nuestra provincia. La última fue en 2006, en la inauguración del coso de Bolaños de Cva., aunque debiera hacerlo el pasado año en Alcázar de San Juan, privándole una lesión de ello. De las veces que mejor estuvo fue en ese mítico cartel que tuvo lugar en Almagro en 1999, en el que actuaron José Miguel Arroyo "Joselito", Enrique Ponce y José Tomás.

Ponce había levantado mucha espectación esta tarde en Daimiel, y no decepcionó.

Todo lo que hizo, lo hizo en torero, que es como se tiene que sentir el que lo es.

Esta fotografía parece sacada de otro siglo. ¡Qué maravilla ver a un torero bien liado!, últimamente los toreros parece que van vendados en vez de liados. El capote de paseo ha de ir remachado debajo de la chaquetilla, y eso lo hacen Ponce, Morante y pocos más...

En su primer enemigo alcanzó su cota más alta con una serie ajustada con la mano derecha cuando la faena ya estaba tocando a su fin. El maestro enseñó a embestir a un toro que estaba rajado desde banderillas.

Hay que saber saludar una ovación tras dar una vuelta al ruedo. La vuelta al ruedo se da arrastrando el capote, y una ovación se saluda como lo hace Enrique Ponce en la fotografía, vamos, de libro.

Debido a la irrisoria iluminación de la Plaza de Toros de Daimiel pocas instantáneas de la faena a su segundo merecen la pena, así que os tendréis que creer todo lo que os cuento. Os contaré que de momento es la mejor faena de toda la temporada taurina de la provincia de Ciudad Real. Un toro tosco aunque noble al que Enrique ha sometido poco a poco, llegando a soñar el toreo con la mano derecha, y regalándonos muletazos como este para finalizar la faena, la cuál acabó con una estocada con la que el burel no acabó de doblar y hubo el maestro de descabellarlo, no sin antes doblar poco a poco las rodillas acercándose al morro del toro con la muleta y abanicándole la cara para que el toro poco a poco fuera destapando la muerte. El Maestro descabelló con un certero golpe de verduguillo y le fueron concedidas dos merecidas orejas.

¡TO-RE-RO! La mejor descripción para Enrique Ponce.

No podía despedirme sin daros un poquito de envidia. Va sin maldad, sana, envidia sana, siempre.

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