miércoles, 26 de agosto de 2009

DEL GEMIDO AL BRAMIDO...


- José Antonio “Morante de La Puebla” (Verde Esperanza Macarena y azabache): Pitos en el que abría plaza y Dos orejas tras aviso en su segundo.

- Miguel Ángel Perera (Carmesí y oro): Ovación en su primero y Oreja en el quinto.

- Cayetano Rivera (Espuma de Mar y oro): Dos orejas en el tercero y Oreja en el que cerraba plaza.

Los toros, de José Vázquez, resultaron bravos, nobles y colaboradores en líneas generales. El tercero fue premiado con una incomprensible vuelta al ruedo.



Cuenca, una tarde agradable y una conjunción de circunstancias que hacían de un gran cartel una corrida de expectación, y ya se sabe… Pero fue todo lo contrario. Se aunaban las ganas de volver a ver a un enrachado Perera tras su cogida en Ciudad Real, con las de que se vieran las caras Morante y Cayetano tras la polémica de la medalla de BB AA concecida a su hermano Francisco.

El patio de caballos denotaba la presencia de ese ciclón femenino que es Cayetano Rivera, todas se compinchaban para llevarse su preciada foto, mientras otros esperabamos a Morante, que se metío en la capilla y salió ya liado, dos minutos después de que Cayetano -sin liar- saliera para arrastrar al género femenino hacia otro punto de la plaza.

La tarde vivió su momento álgido en el tramo central. Miguel Ángel Perera, que reaparecía tras el percance de Ciudad Real, poco pudo hacer con el lote que sorteó, que fue el peor. Anduvo muy vistoso con el capote toda la tarde. En las faenas de muleta se mostró voluntarioso, sobando a unos enemigos que andaban y no embestían, y que carecían de transmisión alguna. Aún así logró arrancar la oreja del quinto de la tarde, habiendo petición de la segunda.

Cayetano vino a morder, quería demostrar que está ahí, y que hay que tenerlo en cuenta. Esperó a su primer enemigo, muy torero, y sentado en el estribo para administrarle posteriormente una buena dosis de estéticas verónicas y media. La faena de muleta fue muy sentida, llegandose a romper con la mano izquierda cuando trajo al astado toreado de largo y lo remató con la mano baja y detrás de la cadera. Vimos una faena compacta y profunda, que le valió para cortar las dos orejas, y que al toro le dieran la vuelta al ruedo. En el último de la tarde anduvo muy dispuesto, dando a su enemigo de recibo una buena serie de verónicas que remató con varias largas cordobesas. Ya en la muleta le anduvo seguro por la cara al toro, consiguiendo muletazos de bella factura con la mano izquierda que le valieron para cortar otra oreja. El público andaba todavía con el “síndrome de Stendhal”.

Morante durante la lidia del tercero, había sido trasladado a la enfermería para que el Doctor lo viera, ya que andaba flojo de fuerzas. Le había dado una lipotimia. En su primero, un toro que se partió el pitón nada más salir rematando las tablas, poco pudo hacer con el percal, nos regaló una verónica, una con la que todavía soñamos. Lo intentó con la muleta en la mano derecha, con la que pudo sacar algún que otro muletazo, lo intentó por la izquierda y no lo vió claro. Abrevió, regalándole el respetable una bronca.

Medio aturdidos por la faena de Cayetano al tercero, y tras el riego de la plaza para demorar la aparición del diestro de La Puebla del Río, pasamos del gemido de las féminas con Cayetano, al bramido profundo y ronco del buen aficionado. La plaza acabó siendo una olla exprés. Morante quitó a su enemigo del caballo por chicuelinas de manos bajas y enroscándose el capote, para rematar con una media acompasada a pies juntos en la que se paró el tiempo. Comenzó la faena con ayudados por alto, enroscándose al toro en el cuerpo. Pasó luego a probarlo por bajo con las dos manos, toreando directamente por derechazos y naturales de mucho empaque. Deleitó a los asistentes con naturales muy largos, profundos y rematados bien atrás y bien abajo. Se adornó con torería. La faena se venía a menos por las fuerzas y las ganas del toro. Le recetó otra tanda de estatuarios y ayudados por alto en los medios, lo dejó respirar y el toro se vino arriba. Tras una trincherilla para que nos tiráramos del pelo porque no se puede torear mejor, comenzó con la mano izquierda otra vez, a bajarla más y más, a llevarlo más largo, y a rematarlo más detras de la cadera con las zapatillas bien plantadas en el albero y pasándoselo cerca. La plaza bramaba y Morante toreaba. Cogió el estoque lo montó en la muleta y cargó la suerte con la mano derecha. Se pasó al astado de pierna a pierna y enroscándose en él. No le hicieron falta muletazos feos para dejarlo colocado, con el último derechazo lo dejó en los medios para matar de un estoconazo y recibir las dos orejas por una faena que permanecerá indeleble en la memoria de los aficionados durante mucho tiempo.

Gran tarde de toros en Cuenca. Del gemido al bramido sólo hay un paso, que se da con hondura, profundidad, sentimiento, pasión y sobre todo con alma. Por eso hay pocos que consiguen el bramido.


Fotografías: Ernesto Naranjo

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