Viernes 20 de Agosto de 2010. Segunda de Feria en honor a la Virgen del Prado de Ciudad Real.
- Aníbal Ruíz (Grosella y oro): Silencio tras aviso en el primero y Ovación en su segundo.
- Manuel Jesús “El Cid” (Rosa y oro): Dos orejas en su primero y Ovación con fuerte petición en el quinto.
- Alejandro Talavante (Aguamarina y oro): Palmas en el tercero y Silencio en el último.
Toros de “La Palmosilla”, bien presentados, nobles y de juego desigual.
Se destocó, tras dos grandes pares, Alcalareño, de la cuadrilla de Manuel Jesús “El Cid”.
Con dos tercios de entrada y en calurosa tarde de verano se ha celebrado la segunda de Feria de Ciudad Real. Hemos podido ver a Manuel Jesús “El Cid”, que parecía tener doble personalidad hoy. Por una parte está El Cid poderoso y portentoso, el que le baja la mano a los toros y se gusta toreando, ese lo vimos de inicio a mitad de faena. De mitad de faena a final, El Cid se dedicó a tirar de recursos y desplantes mirando al tendido, como si se encontrara en un pueblo cualquiera de la piel de toro. Parecía no ser consciente de estar en una capital de provincia, en una plaza de segunda categoría.
Aparte de este hecho, me pregunto, ¿qué necesidad tendrá un torero tan bueno como lo es “El Cid” de torear en redondos eternos citando por la espalda, de pegar bocados a las astas del toro, y de buscar al tendido? ¿No sería mejor que se buscara sus triunfos haciendo lo que sabe hacer que es citar, parar, templar y mandar? En los prólogos de sus faenas hemos visto a un torero con pellizco, gustándose con el percal con la pata p’alante, y llevando a los toros largo en las embestidas que magistralmente embebía en la franela. De los epílogos, mejor no hablar.
Aníbal Ruiz, que sustituía a Cayetano, tras la cogida en Baeza, en su primero marró con los aceros una faena que le podía haber llevado a tocar pelo. En su segundo, un toro manso y parado, Aníbal lo intento de todas las maneras posibles, pero la faena no tomo vuelo.
Talavante, pechó con el peor lote, y aunque consiguió momentos de lucimiento, sobre todo en el inicio de faena al sexto, pero su enemigo se vino abajo enseguida y hubo de matarlo.
Fotografías: Ernesto Naranjo
- Manuel Jesús “El Cid” (Rosa y oro): Dos orejas en su primero y Ovación con fuerte petición en el quinto.
- Alejandro Talavante (Aguamarina y oro): Palmas en el tercero y Silencio en el último.
Toros de “La Palmosilla”, bien presentados, nobles y de juego desigual.
Se destocó, tras dos grandes pares, Alcalareño, de la cuadrilla de Manuel Jesús “El Cid”.
Con dos tercios de entrada y en calurosa tarde de verano se ha celebrado la segunda de Feria de Ciudad Real. Hemos podido ver a Manuel Jesús “El Cid”, que parecía tener doble personalidad hoy. Por una parte está El Cid poderoso y portentoso, el que le baja la mano a los toros y se gusta toreando, ese lo vimos de inicio a mitad de faena. De mitad de faena a final, El Cid se dedicó a tirar de recursos y desplantes mirando al tendido, como si se encontrara en un pueblo cualquiera de la piel de toro. Parecía no ser consciente de estar en una capital de provincia, en una plaza de segunda categoría.
Aparte de este hecho, me pregunto, ¿qué necesidad tendrá un torero tan bueno como lo es “El Cid” de torear en redondos eternos citando por la espalda, de pegar bocados a las astas del toro, y de buscar al tendido? ¿No sería mejor que se buscara sus triunfos haciendo lo que sabe hacer que es citar, parar, templar y mandar? En los prólogos de sus faenas hemos visto a un torero con pellizco, gustándose con el percal con la pata p’alante, y llevando a los toros largo en las embestidas que magistralmente embebía en la franela. De los epílogos, mejor no hablar.
Aníbal Ruiz, que sustituía a Cayetano, tras la cogida en Baeza, en su primero marró con los aceros una faena que le podía haber llevado a tocar pelo. En su segundo, un toro manso y parado, Aníbal lo intento de todas las maneras posibles, pero la faena no tomo vuelo.
Talavante, pechó con el peor lote, y aunque consiguió momentos de lucimiento, sobre todo en el inicio de faena al sexto, pero su enemigo se vino abajo enseguida y hubo de matarlo.
Fotografías: Ernesto Naranjo
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